Existen seres enamorados o enamoradas
de sus parejas, otros de la vida, algunas personas de sus ex-parejas, otros de
lo que no pudo ser, muchísimos de un sueño.
Hay quien dice ser feliz, o pretenden serlo, quienes en algún momento
decidieron compartir colchón, casa; posterior hogar, y emprendieron o
emprenderán ese viaje-aventura con una importante carga de sueños, un
insondable optimismo, y esperanza; incluida la que otros perdieron, embutida en
el henchido corazón. Con el tiempo algunos seres no recuerdan que ese
invaluable tesoro que no se perdió; si no que por descuido del poseedor dejó de
tener aquel esplendor; y esa referida carga de sueños, optimismo, y esperanza,
poco a poco fue guardada en un cajón junto al escondido diario de aquella princesa,
o los golpeados; aunque aun brillantes carritos de la niñez.
Hay quienes lo intentaron, por mucho o poco tiempo, pero decidieron continuar
su vida, la única que tienen, para luego tratar más adelante.
Quienes entraron y salieron, no obstante; se quedaron allí, asegurando que
todos los pertenecientes al género contrario son iguales, y miran el reloj
pensando que su tren está retrasado; pero con la angustiante sospecha de que
pudo haber pasado.
Hay quienes dicen querer formar una pareja, no obstante; les paraliza lo que
aprendieron.
Hay quienes la juventud se lo impide, pero vehemente acarician la posibilidad
futura.
Hay quienes son dichosos, se mantienen; comprendieron que el recurso amoroso y
muchas veces romántico es el más importante; y construyeron, primero una pareja
sólida y sobre esa base, una familia feliz y así permanecen.