Día del amor y de la amistad
En
algún día del lejano 1973, buscando aventuras en un libro, paseando por sus páginas,
me encontré con esta frase:
“El
amor es un símbolo de eternidad. Barre todo sentido del tiempo, destruyendo
todo recuerdo de un principio y todo temor a un fin.”
Bastó
leerla una sola vez y quedó en mi memoria para siempre.
En
aquel entonces no lo sabía; pero pertenece a Madame de Staël.
Ignoro
cuantas hojas blancas dejaron de serlo
gracias a esa cita y a mi mano armada con un bolígrafo. En esos años mozos
entendí, con profunda sencillez, que en ese par de docenas de palabras estaba
descrito lo que es el amor.
No
obstante, para hablar de ese sentimiento, en numerosas oportunidades no hay
suficientes palabras.
¿Cómo
clasificarlo? Harto difícil: El amor por los amigos, por los hijos, por los
hermanos, por los padres, etc... y por supuesto, el amor por la pareja; el más difícil, porque involucra hacer común la
vida o la vida en común con alguien que no conocías; sin embargo, para este hay una pública recomendación.
Recuerdo
que a finales del año pasado, me
invitaron a dar una charla acerca de este tema. El organizador me solicitó que hablara sobre
“el secreto del amor y la felicidad”. Le
contesté que aunque el amor puede ser secreto, la felicidad no lo es, porque en la aplicación del concepto del amor
está la felicidad y como esa definición está en el diccionario, no es ningún
secreto.
El
caballero se rascó la cabeza, miró a su esposa y me dijo:
—Como
prefieras, Ramón Edelyv.
Y
es cierto, el concepto de amor, que hace años leí, dice:
“AMOR: Sentimiento que mueve a
desear que la realidad amada, otra persona, un grupo humano o alguna cosa,
alcance lo que se juzga su bien, a procurar que ese deseo se cumpla y a gozar
como bien propio el hecho de saberlo cumplido”.
Vamos a tratar de desencriptarlo; sería así:
Amor:
Sentimiento que mueve a desear que mi realidad amada (mi pareja), alcance lo
que juzgo su bien (su felicidad), a procurar que ese deseo se cumpla (tengo que
hacer todo lo posible y más allá para que mi pareja sea feliz) y a gozar como
bien propio el hecho de saberlo cumplido (es decir, si él o ella es feliz, yo
soy feliz).
Sencillo,
¿verdad? Imagínate: si los dos se
comprometen a cumplirlo. ¡Listo! Eso es
todo. Y, casualmente, haber vivido un ejemplo de eso en el mes
del amor, donde está el día de San Valentín, me impulsó a escribir este post:
Hace
unas semanas nos robaron la batería del carro (cosa habitual en mi país) y considerando
que no se consiguen acumuladores (cosa habitual en mi país), nos hemos visto en
la obligación de caminar unas cuantas cuadras para llegar al colegio. Yo llevo la mochila de mi hija, su lonchera y
lo que sea menester; mi esposa leva su cartera.
Hoy,
en la mañana (escribo esto la noche del sábado 12 de febrero), yo le insistía a mi esposa, que me diera una
segunda lonchera que ella llevaba. Mi
Mima (así la llamo) se negaba, diciendo
que ya yo cargaba muchas cosas y me podrían doler los hombros. Yo ripostaba
diciéndole que también podía con eso.
—¡Ustedes
dos son cómicos! —terció María José (mi bebé).
La
miré interrogante.
—Ustedes
andan discutiendo por ayudarse el uno al otro —continuó—, ¡se cuidan entre
ustedes!
Esas
palabras de mi bebé, además de su sonrisa y la de mi esposa, iluminaron mi día,
más que el radiante sol de febrero. Me hicieron
sentir orgulloso como parte de una familia; me di cuenta de que estamos aplicando
una variante del concepto del diccionario, a riesgo de parecer cursi, corazones enamorados.
¿Y
cómo no hacerlo? Naturalmente, debo explicar que a Fabiola, mi esposa, la soñé
antes de conocerla; por eso la reconocí la primera vez que la vi. Hasta el día de hoy sigo pensando (siempre se
lo digo) que es una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida; eso
incluye: cine, televisión, revistas y radio. Su belleza adorna algo grandioso:
una persona, definitivamente, única; divertida; con un carácter alegre;
inteligente. Madre grandiosa. Con La enorme capacidad de alentarme cuando ando
dando tumbos, con paciencia para escuchar mis locuras, aunque no las comparta;
claro… con su eventual genio, característico de las féminas.
Dama
y dueña de un sueño en el que me entregó el resto de su existencia en una
increíble demostración de fe. Con absoluta donación, aceptó compartir su vida
conmigo, para fabricar la senda hacia el futuro.
Una
mujer que me dio una hija increíblemente espectacular.
Una mujer a quien, hoy y todos los días, quiero
alfombrarle su camino con olorosos y multicolores pétalos.
Estoy
convencido de que el amor puede salvar a la humanidad; ¡pero el amor puro!; no el
que está contaminado por los intereses.
¡Feliz
día a todos los enamorados!
Ramón "sigo enamorado" Edelyv
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